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El Real Madrid es lo más grande y el madridista es una criatura única que, a través de una extraña despersonalización metafísica, vive la vida creyéndose parte de un ejército invisible, una suerte de personas especiales seleccionadas por Dios mismo. El Pueblo Elegido, así, no es Israel; sino Chamartín. Lo verdaderamente llamativo es que todo el mundo puede elegir ser parte del madridismo. No depende de tu madre, de tu RH, de tu apellido, de tu raza. Solo depende de quererlo. El madridismo es la última reserva del voluntarismo, es un libro de Paulo Coelho cada domingo.

A grandes rasgos, el patrocinio funciona por ósmosis: por la asociación que se produce al transferirse los valores de una marca hacia otra por el hecho de estar en contacto. De este modo, el Real Madrid -como cada marca-, se dota de unos valores que consigue que once tíos no sean una commodity o un producto indiferenciado, sino una cosa totalmente diferente, una religión, y es capaz de transferir esos valores a todo aquel que los quiera, a todo el que diga “YO SOY DEL REAL MADRID”. El Madrid, en el fondo, patrocina a personas que tengan o no esos valores de modo natural, necesitan bien adquirirlos, bien reforzarlos de modo exógeno, simplemente porque les gusta tenerlos.

Bien mirado hace una buena labor social.

Permite que un taxista de Cáceres se considere un ganador; que un pescadero de Dos Hermanas mire al vecino por encima del hombro; que un parado de Orense mantenga que ha ganado once copas de Europa, que las ha ganado él, en persona, que la victoria corre por sus venas… Creo que si le presionas podría hasta recordarlas desde el punto de vista del protagonista, como esos niños que nacen conociendo lenguas muertas. Son enseñanzas que bortotean en su sangre, sabiduría manando directamente del ADN, como cuando un exorcista ordena a Satán abandonar un cuerpo. A algunos les ha poseído Chendo.

El madridista cree realmente que los éxitos de unos señores de Portugal, son éxitos suyos, personales, nacidos directamente del sudor de su frente, generaciones familiares repletas de victorias; piensa que lleva no se qué en la sangre por el hecho de haber elegido libremente apoyar a un equipo, y es que elegir madridismo es elegir el gen de la victoria, el acido desoxirribonucleico blanco, el más puro. El Madrid, como dice mi querido amigo de Torre-Pacheco, “es felicidad, el Madrid en realidad es la primavera”. El Madrid es lo más grande y no debería jugar torneos menores como la Liga o la Copa del Rey.

El Madrid, de hecho, no debería jugar la Champions hasta la final, debería ser el equipo invitado y que todos los demás jugaran entre ellos las rondas previas para poder dirimir quién juega la final contra el Madrid. Y esto solo de modo preventivo, hasta que puedan tener metas más grandes como la Copa Interestelar, hasta que se pueda ganar a los marcianos, a los extraterrestres, a los muertos del cielo, a los coros celestiales, a Dios mismo.

A Dios no, que es del Madrid.

Mi única duda es saber por qué hay gente que pudiendo elegir de entre todos los equipos del mundo, no elige SER del Real Madrid. “Decidme qué se siente”, es su pregunta. El madridista quiere saber qué se siente no siendo del Madrid, al igual que yo pienso cuando miro a un perro, a una rata, a una cucaracha. La cucaracha no sabe que va montada en una gran esfera dando vueltas a toda hostia por el universo, no sabe lo que es la segunda enmienda, no sabe nada, pero sin embargo así es. Del mismo modo mira un madridista, mirando al infinito intentando conocer lo que siente una cucaracha al elegir no ser madridista y encima elegirlo libremente, sin presiones.

Creo que el Madrid no se elige. El Madrid te elige a ti, como el don de la fe, que es entregado directamente del Espíritu Santo y quien no la tiene no puede entenderlo. Esa es la clave, el Madrid en realidad no es una opción más que puedas tener, sino el óleo con el que los elegidos son ungidos para GANAR. Si no eres del Madrid no es porque no quieras, sino porque no eres uno de los elegidos.

Solo hay una cosa que un madridista no podrá entender nunca y es lo que todo esto parece desde fuera. Sin entrar en detalles, os aseguramos que todo se ve muy muy diferente. Así que, por el bien de todos, no responderemos ni les diremos qué se siente: me temo que no pueden entenderlo.

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