Es evidente que hoy no se podría estrenar ‘La vida de Brian‘. Pero no solamente por la indignación que despierta en el mundo ‘woke’ esa escena de ‘Loretta’ en la que Stan dice que quiere tener bebés y que, de hecho, exige su derecho a ‘poder querer’ tener bebés. También sería cancelada por los fundamentalistas católicos y protestantes que, en la cinta verían una velada crítica de la extrema izquierda al cristianismo, una guerra cultural camuflada, una humillación del nuevo orden mundial a la cruz, un escarnio de los poderes ocultos a nuestra fe y una mofa del globalismo a la figura de Jesucristo. De hecho, cuando se estrenó en 1979 ya hubo quien pidió que se retirara por blasfema y en la puerta de las salas de Estados Unidos había gente con pancartas y monjitas escandalizadas por el hecho de que se pudiera exhibir. En algunos lugares del Reino Unido ni siquiera permitieron su exhibición y, en Noruega, directamente se prohibió. Todo esto era una crítica de ‘chalados ultraderechistas’, según palabras de los propios Monty Python. En mi opinión, ‘chalados ultraderechistas protestantes’, como toda la guerra cultural. 

Cuarenta y pico años después, las críticas vienen de los chalados de enfrente. O aparentemente de enfrente, porque, en realidad, no hay dos bandos, esto no va de canceladores de derechas vs. canceladores de izquierdas sino de canceladores vs. no canceladores. A un lado del ring, los dogmáticos y los sectarios de todas las ideologías y religiones. Son parecidos porque responden al mismo insight: el miedo, la ignorancia y la endogamia. Al otro lado del ring estamos el resto, descojonándonos. Que es, por supuesto, de lo que se trataba desde un principio.

(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 24 de mayo de 2023. Disponible haciendo clic aquí).