Tiene el Senado una luz amarilla como de orfanato. Es una luz mortecina de pupitre de opositor que lo llena todo de un ambiente lento, como si el tiempo se hubiera parado en el preciso instante en el que va a terminar la primera tarde del otoño. Aunque en ocasiones sea exactamente el caso. Es una luz que no da sombra, una luz de última oportunidad que une lo real y lo metafórico. Porque el hemiciclo del Senado tiene, al menos, algo de novedad, un punto de parlamento sueco, moderno y funcional: un hemiciclo de catálogo de Ikea. Pero el antiguo salón de sesiones en el que se desarrolla este jueves la agenda es un salón de época con grandes lámparas de araña, terciopelo granate, madera oscura y palcos de un teatro del ‘West End’ borbónico. Todo ello le confiere un aire de salón de baile burgués. Y aún no descarto que no lo sea.

(Este el el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 20 de octubre de 2023. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí).