
Por si alguien aun no se ha enterado, la Iglesia católica está llena de homosexuales. Lo están los templos, los grupos cristianos, las cofradías y hermandades, los seminarios, los conventos, los monasterios y, por supuesto, los sínodos. Esto sucede porque la Iglesia es parte de la sociedad y en la sociedad hay, más o menos, un 14 por ciento de homosexuales. Y conviene recordar –me provoca una profunda vergüenza tener que hacerlo– que esos homosexuales no son seres defectuosos, ni pecadores –no en mayor medida que los heterosexuales–, ni monstruos o abominaciones a las que haya que acompañar en su dolor y su herida. No hay dolor. No hay herida. Solo les gustan las personas de su mismo sexo. Eso es todo. Si damos por hecho que todos somos hijos de Dios, hemos de aceptar que Dios tiene un 14 por ciento de hijos homosexuales.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 15 enero de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí).