Desde la tribuna de prensa tiendo a observarlo: sus alzamientos de cejas, su manera de asentir ante chorradas mientras se lleva el bolígrafo a la boca, el modo en el que reacciona cuando se le ocurre algo, que no sabes si está apuntado una brillante conclusión sobre el pesimismo en Gramsci o solo se ha acordado de que no tiene yogures. No hay nada en él que te haga pensar que es un fascista, un fascista de verdad: ateo, moderno, anticapitalista. Obrerista, iliberal, despótico. Y a pesar de ello, me resulta simpático, creo que podría ser su amigo. 

(Este es párrafo corresponde a un texto que se publicó originalmente en ABC el 20 enero de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí).