
Leo a Jesús Bombín en El Norte y se me caen a los pies el alma y el café. Resulta que el Museo del Prado se lleva a Madrid el Cristo Yacente de Gregorio Fernández y colocará en su lugar al Cristo de la Luz, así, sin más, como cuando cambias las sábanas, cuando cambias la hora o cuando cambias a Modric por Bellingham. Lo sacan de su capilla en el Palacio de Santa Cruz para llevarlo a la sala de un museo porque sí, porque les da la gana, sin dar más explicaciones, sin una mínima sensibilidad hacia la ciudad y con esa soberbia que les caracteriza. Quizá se creen que el Cristo de la Luz es un jamón de Guijuelo que se puede colgar de cualquier lugar oscuro. En cualquier caso, fundamentalmente lo hacen porque pueden, supongo, como ese sargento ‘con dos cojones’ que da órdenes con una gotita de vino en el bigote.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 15 de marzo de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí).