
Si alguien me preguntara qué hice durante aquellos años tendré que decir que no lo recuerdo bien. Trabajaba, escribía y cuidaba a una niña. Luego la niña creció y comenzó a no necesitarme tanto, así que decidí limitarme a no molestar demasiado. Pero todo aquello convive en una nebulosa, como una de esas resacas después de ir al casino, cuanto te levantas y corres hacia la cartera en unos segundos eternos en los que eres a la vez un desdichado y un triunfador. Podríamos llamarla la cartera de Schrödinger. En cualquier caso, lo importante es que no sabes si está llena o vacía. Solo recuerdas que en un momento de la noche te cansaste del ambiente, de la gente, de los chicos tristes, de las chicas vulgares, de la vida posmoderna, de la falta de intensidad, de cómo nos sobra móvil, de cómo nos falta el humo y de cómo huiste a la ruleta como atajo para huir al pasado, a la posibilidad de un futuro, a un exilio en Montecarlo. O quizá a todo ello a la vez.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 16 de junio de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).