Asistimos a la agonía de un tiempo que se va. Los relatos van cayéndose como esas fichas de dominó que, al final, muestran la forma de una calavera. La izquierda europea abandonó su relato renunciado al socialismo, entregándose al capitalismo y centrando su discurso en asuntos postmaterialistas, que si los escuchara Stalin los enviaba al Gulag por traidores y por cursis, que es peor. La izquierda abraza el capitalismo porque no hay alternativa dentro de la democracia y la libertad. Pero, como es sabido, el capitalismo genera desigualdades que dejan a parte de la población fuera del sistema. Ahí es donde entra el estado del bienestar con sus medidas correctoras y una redistribución de rentas que, huyendo del asistencialismo, garantice derechos. Más que nada porque la gente que ve cómo sus hijos enferman sin poder acceder a un médico tiende a cortarte la cabeza y con razón. Ese es el gran pacto de posguerra, el matrimonio entre capitalismo y derechos sociales que, por cierto, es la forma en la que la derecha ha conseguido imponerse. No habrá revolución. Hemos ganado. El problema es que parte de la derecha aún no se ha enterado de eso y se ve tentada a acabar con su propio relato. 

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 24 de junio de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).