Lo que sucedía en el pleno del Congreso era lo de menos. Dentro del hemiciclo se estaban debatiendo proyectos de ley de esos de ‘política real’, que son los que echamos de menos cuando faltan, pero que, cuando aparecen, aburren a un muerto. La actualidad estaba en los pasillos, que desde primera hora eran ya una sucesión infinita de corrillos, rumores y quinielas con derivadas a varios años vista. Los del PP se dividían en dos bloques: los que no se creían que Vox fuera a romper y los que no se lo querían creer. Unos absortos, otros exultantes; unos precavidos y los otros queriendo parecerlo; unos con cara de estar resolviendo una raíz cuadrada y los otros con cara de estar resolviendo su futuro. Por su parte, los de Vox, desaparecidos, esquivos y sin ninguna declaración que hacer. Sin duda, porque tampoco sabrían qué decir. Ignoro quién ha tomado esta decisión, pero, desde luego, tengo claro quién no la ha tomado. Los diputados nacionales y los cargos autonómicos consultados aceptaban con sinceridad que no tenían ni la menor idea de lo que iba a pasar.

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 12 de julio de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).