
Esto que llamamos ‘ola de calor’ es solamente un pequeño soplo de aire tibio comparado con los veranos de nuestra infancia. Podrán decir lo que quieran, podrán sacarme la serie histórica que deseen e incluso pueden llevarme delante de una convención entera de meteorólogos, pero la verdad es que yo no he vuelto a pasar el calor que pasé en mi pueblo en los ochenta, se pongan como se pongan. Dicen los que saben que, en realidad, el calor era el mismo, pero que ahora lo pasamos dentro de casa, con las persianas bajadas y el aire acondicionado a pleno rendimiento y antes lo pasábamos esprintando en una bici a cuarenta grados a las cuatro de la tarde en los caminos polvorientos de Tierra de Campos. Es posible, puede que todo se limite a eso: ahora pasamos los picos de calor trabajando como unos pringados, y antes éramos héroes emulando a Perico con aquella BH roja y destartalada. Desde luego, en mi caso, no recuerdo haber pasado tanto calor como entonces.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 26 de julio de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).