Decía Gistau que «la necesidad de amor lo mismo invalida para el poder, los matrimonios de larga duración y el periodismo de opinión». Es cierto. Los matrimonios que funcionan lo hacen porque trascienden el amor. Desde luego, no se puede ser tan inmaduro como para dejar algo tan serio como una familia en manos de algo tan azaroso e ingrávido como un sentimiento, que viene y va y contra cuyos vaivenes poco se puede hacer. El amor es algo que empieza y que termina, eso es todo. El problema es que sus consecuencias permanecen, por lo que conviene ser más serio que aquella mofeta francesa permanentemente enamorada y, en caso de duda, cerrar la boca y limitarse a cumplir con tu obligación, que es lo que hacemos los hombres en Castilla cuando no sabemos qué hacer. Que es casi siempre.

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 27 de julio de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).