El éxito es una foto en color con el reverso negro. No se trata de un negro mate, como el caparazón de las cucarachas, ni tampoco brillante como la noche del cielo de los cuentos. Es un negro puro, imposible, un negro metafísico que absorbe toda la luz y no devuelve ni un destello. La sonrisa de la foto es solo el final en cuatricromía de un camino oscuro que incluye sufrimiento, dolor y, sobre todo, soledad, una soledad que tiene poco de fenómeno físico y mucho de maldición kármica, heredada de otra vida, como si a través de una total ausencia de personas Dios no te estuviera castigando sin las mieles del amor, sino protegiéndote de sus hieles; como si aislándote de las distracciones con lana de roca te quisiera ayudar a que te centraras por completo en tu misión, que no es otra que tu obra. No hablo de éxitos baratos ni de pequeños logros domésticos, sino de éxitos gigantes como los de Adrià, Hemingway o Morante de la Puebla, es decir, de gente que vino a cambiar el mundo, a hacer avanzar a la humanidad es su conjunto a través de su sacrificio.

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 19 de agosto de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).