
Reaccionarios y progresistas tienen algo en común: ambos creen que todos los problemas tienen solución. Difieren en la receta a aplicar, que para unos consistirá en la vuelta a un pasado mítico y, para otros, en el avance hacia un futuro idealizado. Disienten en el último metro, pero comparten proceso: identificación sectaria del problema, diagnóstico erróneo, definición de alternativas mediocres, elección de soluciones vulgares e implantación de políticas inútiles. Este círculo antivirtuoso crece sobre la magia y el voluntarismo como pilares de dos cosmovisiones que parecen contrapuestas pero que, en realidad, se asemejan. Entre otras cosas porque ambas empiezan por el final: como ya han decidido lo que hay que hacer, todo lo anterior solo sirve para justificarlo.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 31 de agosto de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).