Recuerdo ‘El Papa Joven’, aquella serie en la que Jude Law interpretaba a Pío XIII, un Papa ficticio que aseguraba que no necesitamos más católicos sino menos, que sobramos la mayor parte y que lo importante es que los que se queden lo hagan comprendiendo la Palabra y comprometiéndose con ella. Teniendo en cuenta que todo lo empezaron solamente doce, quizá la provocación no lo sea tanto. Vivimos un momento crítico en el que parte del catolicismo entiende la religión como una postura política, identitaria y más relacionada con el nacionalismo que con la fe. El origen de todo esto son los evangélicos de extrema derecha y sus delirios anticatólicos, comprados, desgraciadamente, por muchos católicos. En cualquier caso, para algunos, ser católico tiene más que ver con una demostración pública de rechazo de la izquierda que de adhesión al mensaje del Maestro, como si ser católico fuera un rasgo que define a una persona de bien, a una persona decente, a una persona de derechas, vaya. Recuerdan a los conversos de la Edad Media, cuyo fervor perseguía la aceptación social y no la adhesión a un proyecto de salvación basado en el perdón y en el amor, palabras hoy pueriles en esos entornos semianalfabetos de la guerra cultural y en el barriobajerismo de la marginalidad tuitera.

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 16 de septiembre de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).