
Las sesiones de control no son lo mismo sin Sánchez. Y no porque esperemos sus intervenciones con fruición, seis años parecen suficientes como para sospechar que el hombre no es Churchill. Pero, al menos, resulta evidente que su presencia confiere al evento tensión, emoción, una pizca de interés, ya saben, que si se va en el minuto ocho o en el diez, que si tensa o no la articulación temporomandibular, que si suelta un par de ‘fake news’ o serán tres. Cuando aparece, los ministros se meten en el papel y los asesores sobreactúan trabajo, corren por los pasillos y dicen esa horterada de «no me da la vida». Hay llamadas, papeles de colores y reuniones in extremis. El grupo parlamentario socialista se desanuda la corbata, libera cortisol y se une en torno a una hoguera que ya tiene pinta de pira funeraria. Llamémoslo adrenalina.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 25 de septiembre de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).