
En el Bronx viven un millón y medio de personas, un tercio de los cuales son de origen extranjero, fundamentalmente –aunque no exclusivamente– dominicanos, mexicanos y puertorriqueños. Su renta media es de unos 45.000 dólares al año, que puede parecer algo más que digno pero que es bastante menos que la media de la ciudad de Nueva York, en torno a los 70.000. El barrio ha tenido fama de ser uno de los distritos con mayor índice de delincuencia en la ciudad de Nueva York, especialmente en los setenta y los ochenta. Y, lamentablemente, en algunas zonas así sigue siendo, a pesar de que la situación haya mejorado significativamente gracias a diversas iniciativas de seguridad y revitalización económica y cultural. Una de ellas es el Centro Cultural Latino y Puertorriqueño del Bronx Library Center, dependiente de la Biblioteca Pública de Nueva York. Ese centro tiene como misión preservar las historias y experiencias de las comunidades de inmigrantes del Bronx. Y esto de ‘inmigrantes’ en Estados Unidos no deja de ser algo relativo, como me dijo alguien hace unos meses. «Aquí todos somos inmigrantes. La diferencia es que unos llegaron en el siglo XIX, otros en el XX y otros están llegando en el XXI». Se ve que, para algunos, el estigma del inmigrante no acaba nunca y es normal oír hablar de inmigrantes de segunda o tercera generación, es decir, de llamar inmigrantes a alguien que no solo ha nacido en Estados Unidos, sino que sus padres e incluso abuelos ya lo hicieron. Vamos, que son tan estadounidenses como Trump, cuyo abuelo era alemán. Es decir, inmigrante.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 18 de octubre de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).