
Se ha instalado en el imaginario colectivo que el 15M comenzó siendo un movimiento loable, ilusionante y académicamente potente, una especie de edén cargado de razón que el tiempo y el hombre acabaron por pervertir. Nos venden aquella acampada ‘Quechua’ como una revolución intelectual, como el acto fundacional de una generación, como un mayo del 68 pero con calimocho en vez de pastis y porros en lugar de pipas. Pero, en realidad, el 15M fue una basura desde su origen, una estafa desde lo seminal, unos planteamientos de parvulario envueltos en retórica de filósofo argentino y ‘ejques’ de follador de Malasaña. Y, sobre todo, no tiene nada de generacional. Lo sé porque tengo la misma edad que Iglesias y renuncio al porcentaje que me pertenezca por aquello, como casi toda mi generación. Aunque no toda; siempre hay una base de salvajes o de ingenuos –desde Rousseau, son los mismos– esperando un líder que le permita diluir en una crisis general la responsabilidad de su fracaso privado.
(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en ABC el 28 de octubre de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).