
Yo empecé a escribir muy tarde: estuve un tiempo almacenando sombra. Y siempre que alguien me pregunta cómo aprendí a hacer columnas respondo que leyendo poemas de Luis Alberto de Cuenca. Mientras que la prosa necesita ir ganándote a los puntos, un poema tiene que ganarte por K.O., tiene que dejarte absorto, derrotado y hundido, en ese estado de humillación y asombro en el que lo único que puedas hacer con dignidad es cerrar el libro, dejarlo caer contra tu pecho vencido y una de dos, tirarlo contra la pared con violencia o ponerte a escribir cien veces: no volveré a llamarme a mí mismo poeta. Yo opté por lo segundo. Pocos son los elegidos para la verdadera aristocracia de las Letras, es decir, para ser un buen poeta. Pero de un mal poeta surge, en ocasiones, un prosista digno. Y todo lo que hago es, por lo tanto, intentar seguir su camino, intentar ganar a la vez a los puntos y por K.O. O, mejor dicho, seguir otro camino, pero usando su mapa y tomando prestada su brújula. Porque los poemas de Luis Alberto tienen la extraña capacidad de ir ganándote poco a poco, a los puntos, pero a la vez de destrozarte el pómulo y de mandarte a la lona con el punto final. Te golpean con un ‘uppercut’ desde una posición baja que no te esperabas. O quizá sí que te lo esperabas, porque le conoces y sabes que te va a hacer daño, solo que aún no sabes exactamente cómo. Y la lectura se vuelve entonces el show de un mago en el que tú eres a la vez el espectador, el conejo y la chistera. Tiene trucos. Y lo sabes, porque le conoces. Pero aun así no eres capaz de anticipar el siguiente movimiento. A veces me entran ganas de empezar sus poemas por el final para cubrirme el rostro, como si al saber de qué modo me va a ganar pudiera intentar defenderme. Pero es inútil porque entonces cambia el itinerario. Luis Alberto gana siempre.
(Este es el primer párrafo de un texto que se leyó en la ceremonia de entrega del Ciprés de honor en La Mudarra y que se convirtió en Tercera para ABC el 14 de noviembre de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).