Desde que el hombre es hombre, el arte existe porque existe quien lo paga. Aunque también es cierto que el arte estaba antes que el artista, desde el principio ya existía toda la energía –el Verbo– y, desde entonces, ni se ha creado ni se ha destruido nada: solo se ha transformado, la energía en arte y el Verbo en pronombre (Él). Así que podemos dejarlo en que si existe el artista, que transforma datos, experiencias y materiales en ‘obra’, es porque existe un mecenas que transforma el hombre en artista, la madera en dolorosas y el dinero en suspiros. En este sentido, el mayor mecenas de la historia del arte es la Iglesia: ahí tienen las catedrales, la capilla Sixtina, el Greco, Caravaggio, Miguel Ángel, Bernini o el mismo Mozart. Pero hoy toca detenerse en Gregorio Fernández y Martínez Montañés, dos genios inalcanzables y dos maestros del Barroco a los que la Fundación Edades del Hombre dedica una exposición en la Catedral de Valladolid. La exposición es memorable. Sin duda, la exposición del año. Y digo esto a sabiendas de que voy esta tarde a ver otra exposición, esta vez en el Museo del Prado, que lleva por nombre ‘Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro’y donde, además de obras de dichos escultores, podemos ver también a Gaspar Becerra, Alonso Berruguete, Damián Forment, Juan de Juni, Francisco Salzillo o Luisa Roldán. Que no es poca cosa. La exposición de nuestra Catedral pretende confrontar las dos escuelas del Barroco: la andaluza y la castellana, es decir, la sevillana y la vallisoletana. Aunque quizá ‘confrontar’ no sea la palabra y resulte más adecuado hablar de encontrar, saludar o presentar. ‘Fernández meets Montañés’, que dirían ahora.

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 22 de octubre de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).