Cuando los madrileños se bajan del tren en la estación de Campo Grande tienen varias opciones, todas ellas, por supuesto, tras besar protocolariamente el suelo de esta Tierra Santa y decir que qué frío hace. Una de esas opciones, que es la óptima, implica salir hacia la Acera de Recoletos, contemplar la estatua de Colón, mirar el Campo Grande, ceder el paso a un pavo real que cruza con total naturalidad y que se comporta como si la ciudad fuera suya –lo es–, mirar la placa de la casa natal de Delibes y hacerse una foto frente a la Academia de Caballería. Para lo de Instragram. Si lo hacen así están ganados para la causa. Y más si después de ello deciden girar hacia la Casa de Cervantes o hacia la calle Santiago –hoy Avenida Amancio Ortega– para llegar a la Plaza Mayor. Y luego ya saben, que si el lechazo, que si las tapas y que si los Habsburgo.

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 6 de diciembre de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).