
Resulta difícil de creer, pero se les ha vuelto a escapar vivo. Desde luego, por su apariencia, nadie diría que Sánchez tuviera entre manos un incendio en el Consejo de Ministros, una guerra abierta con sus socios y una crisis de comunicación en todos los niveles. Al contrario que María Jesús Montero, que cayó enferma de modo fulminante -hay quien somatiza así los disgustos- el presidente apareció tranquilo, sonriente y sin rastro del catálogo primavera-verano de rasgos que suelen transparentar su nerviosismo, ya saben, el bruxismo iracundo, las ojeras gris marengo, el labio de arriba duro como el de un soldado que silba mientras cruza el puente sobre el río Kwai. A Sánchez ni siquiera le hizo falta abrir esa carpeta de cuero marrón que siempre le acompaña y que solo él sabe lo que contiene. Se sentó, respondió a Feijóo y a Abascal sin consultar una sola nota, controlando datos, recursos y argumentos como si se los creyera y veinte minutos después se fue por donde vino, posiblemente jugando con un caramelo que tendría en la boca y pasándoselo de lado a lado como si fuera el cadáver suave y redondo de un diputado por Castellón.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 13 de febrero de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).