
Hubo un tiempo no muy lejano en el que ARCO se mostraba como algo aspiracional, quizá demasiado elitista y, por decirlo de alguna manera, incluso excesivamente alejado del criterio -y, sobre todo, del presupuesto- del común de los mortales. Parecía que si no contabas con una doble licenciatura en Historia del Arte + Ciencias Políticas y un posgrado en comunicación audiovisual no eras ni remotamente capaz de valorar correctamente lo que tenías enfrente. Por no hablar del presupuesto: sin seis cifras de ‘cash’ en la chequera este no era tu lugar en el mundo. La ‘crème de la crème’, señores. Y, de repente, un día, hemos amanecido y la feria se ha convertido en lo contrario. La delgada línea entre la primera división del arte contemporáneo y el encuentro de interiorismo de la Comunidad de Madrid ha sido traspasada y uno no sabe si está delante de obras que un día engrandecerán el catálogo de un coleccionista de raza, de esos con casona en Biarritz, o ante elcatálogo de pósteres gigantes para rotular un gastrobar de Chueca.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 8 de marzo de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).