
Un artista recoge información, la pasa por el tamiz de su sensibilidad y la comparte transformada ya en otra cosa, como un alquimista que transmuta arena en cristal, como una planta que convierte la savia bruta en elaborada o, mejor aún, como esa misma planta que absorbe durante el día dióxido de carbono para, por la noche, expulsar el oxígeno que otros utilizarán para respirar. Así, en ‘Tardes de soledad’, Albert Serra recopila imágenes, sensaciones e impactos de todo tipo, las procesa y crea una obra de arte, que ya no es la del torero, sino la suya propia. Pero no lo hace desde la imaginación, desde la creación pura -y, por lo tanto, libre-, sino desde la realidad. Su materia prima es la verdad. Pero, al pasarla por su mirada, lo que sale es la verdad según Serra, que no es exactamente una mentira, pero que tampoco es la vida a pelo, la del súper del barrio, la asquerosa y cruda realidad del lunes a la salida del cine.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 16 de marzo de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).