Era alto, solemne, cercano y desgarbado. Y llevaba un pelo largo y silvestre de bailarín gitano, de ganadero de reses bravas, de figuraciones en embestida, de trazos de colores con casta y con trapío. Tenía algo de bandido generoso, como si hubiera salido a descubrir la vida desde un romance de Fernando Villalón». Hay descripciones tan perfectas que ya no pueden ser mejoradas. Cuando los demás nos topamos con ellas, lo único que podemos hacer es bajar la cabeza y reproducirlas tal cual, asumiendo con humildad nuestras limitaciones y aplaudiendo el talento ajeno. Así que lo entrecomillado es de Antonio Corral Castanedo acerca de José Manuel Capuletti, de quien también decía que parecía un matador en descanso, esperando impaciente el inicio de la temporada. Corral Castanedo es, quizá, el escritor más injustamente tratado de nuestra ciudad. No lo fue en vida, ciertamente disfrutó de un amplio reconocimiento y prestigio. Pero creo que sí en muerte: tengo la sensación de que Corral ha desaparecido entre una maraña de nombres olvidados, como si el tiempo no solo enterrara a los escritores, sino que además los descompusiera, abandonándolos en un manto de silencio, como venganza. 

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 21 de marzo de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).