
Cantaron ‘En el pozu María Luisa’ y, por un momento, El Molinón dejó de ser un campo de fútbol para convertirse en una mina. Las gradas fueron galerías, el césped carbón y la noche de Gijón la oscuridad de la muerte a trescientos metros bajo tierra. Fue un canto roto, una oración de garganta rajada y un lamento negro, de esos que solo salen del fondo del alma o del fondo de un pozo. Y después un silencio atávico abriéndose paso entre el humo para despedir a los cinco mineros muertos en la mina de Cerredo.
«Traigo la camisa roja de sangre de un compañero, mira Maruxina, mira cómo vengo yo», cantaban los compañeros del coro, vestidos con mono azul y casco blanco. No era ya una canción sino un réquiem, un himno con polvo en la cara y esas miradas que les salen a los hombres que se juegan la vida para llevar algo de comida a casa.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 7 de abril de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).