
Vamos a volver a decirlo una vez más, a ver si, poco a poco, va calando. El control al Gobierno es una de las funciones que la Constitución encomienda a las Cortes Generales -Congreso y Senado-. No es una prerrogativa que tenga el Poder Legislativo o una especie de incordio para molestar al Gobierno, sino su obligación; no es algo accesorio sino fundamental, el corazón de su función junto a la producción de leyes; no se trata de un privilegio, sino de un mandato; no es algo que la oposición pueda hacer o no en función de su apetencia; al revés, controlar al Gobierno es obligatorio.
Y, visto desde la otra orilla, ‘dejarse controlar’ no debe ser entendido como una agresión o como una molestia delegable, como, qué sé yo, la reunión de la comunidad de vecinos. Tampoco como una medida de gracia o como un premio que el Gobierno concede a la oposición si son buenos chavales: muy al contrario, dejarse controlar es su primera obligación. Y más si aquellos que les controlan los superan ampliamente en número, tras haberlo hecho en votos.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 29 de mayo de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).