El domingo pasado, mientras yo pensaba en cómo encajar a Bellingham en el esquema de Xabi Alonso, mi hija rompió su silencio para decirme muy seriamente: «Papá, me encanta la vida». Yo la miré fijamente mientras esperaba que el razonamiento pudiera tener algún tipo de continuidad, pero nada. Eso era todo. La niña no tenía nada más que decir. Yo no le respondí -¿qué se supone que debo decir?- y seguimos caminando en silencio mientras intentaba buscar en el manual de buen padre la respuesta adecuada a este tipo de epifanías. Apenas un minuto después la encontré y le dije: «A mí también». Y seguimos caminando, de nuevo, en silencio.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 1 de junio de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).