
Liderar es llevar la contraria a la gente. Hacer lo que la gente te pide no te convierte en su líder sino en su esclavo. Y eso es exactamente lo contrario de liderar. Se requiere cierta independencia de pensamiento, cierta aristocracia. Yo sé que lo que la tropa pide ahora es leña, exabruptos y macarradas de barra de bar, pero resulta que lo que conviene es otra cosa, qué le vamos a hacer. Por supuesto, eso la tropa no lo sabe, porque la tropa no sabe casi nada. Pero un líder debe saberlo, está obligado a saberlo y, de hecho, es lo único que se le exige saber. Y precisamente por eso un líder no puede ser gregario, no puede estar dentro del rebaño sino por delante, llevándolo al sitio al que quiere ir, pero por el camino que no conocen, que es el único que lleva al destino. La izquierda decía «OTAN no» y al final fue OTAN sí porque su líder supo verlo y ya está. La derecha quería bajar impuestos, pero su líder tuvo la valentía de no hacerlo, librarnos de una intervención humillante, sanear las cuentas e iniciar un ciclo de crecimiento que aún no ha terminado. Algunos como Esperanza Aguirre aún no se han enterado de esto, claro. Pero ya hemos quedado en que la tropa no sabe casi nada.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 9 de junio de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).