
Apareció Sánchez en el hemiciclo como aparece un adolescente por el salón de casa tras haber llegado tarde y con tres suspensos en el bolsillo, fingiendo que no pasa nada, sonriendo a un punto fijo en el cielo como los niños de los libros de religión y sobreactuando esa pose de inocencia que la vida reserva a los culpables. El presidente estaba moreno; pero no era un moreno Doñana ni un moreno La Mareta sino más bien un moreno-Moncloa, un moreno de la carretera de La Coruña, un moreno de haberse pasado el domingo tomando el sol en los jardines de su palacio tras haber hecho una paella a los amigos y contarles que, según José Luis, si no lleva caracoles ni garrofó, no es paella sino ‘arroz con cosas’. Suspiraría entonces, recordando los tiempos del Peugeot y aquellas noches en la casa de Valencia, hoy tomada por un doble de Tony Soprano, cuando ambos soñaban en compaginar su pasión por el progreso y por el hampa.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 11 de junio de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).