Ocasionalmente entro en portales inmobiliarios para ver pisos en Gamazo y Colmenares. No me vale ninguna otra calle en el mundo: pulso sobre la opción ‘dibujar tu zona’ y trazo un triángulo rectángulo desde la plaza de Colón hasta la casa en la que nació Delibes, bajo por Colmenares y vuelvo a Colón. Es decir, ni siquiera me vale todo Gamazo sino solo un tramo. Si no es ahí, prefiero quedarme donde estoy, que se está muy bien. Ese perímetro es mi lugar en el mundo y no encuentro demasiadas razones para salir de él. Opto con las mañanas del Campo Grande y su aire nuevo, la luz de la tarde yendo a morir a las fachadas señoriales de la burguesía y la noche callada y elegante de tres calles en pausa. Porque mi única vocación es la de pequeño burgués, qué le vamos a hacer, yo quiero escribir un rato, comer en un restaurante y por la tarde ir al cine, o al teatro o a ver a Morante. Y los domingos a misa en Filipinos. Y a dormir. Yo sé que son pretensiones poco revolucionarias, pero qué se va a hacer, solo opto a vivir como un tío del PSOE de Valladolid. Y en ese saco incluyo a insignes camaradas como el Fiscal General del Estado, que no sé si tienen el carné, pero, desde luego, comparten con ellos cloaca, indignidad y desprestigio. Y conmigo pretensiones.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 13 de junio de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).