Los Cavia son una noche de calor de tintorería en la inseguridad de un esmoquin alquilado. Un esmoquin alquilado no deja de ser un disfraz, una huida, el botón de alarma dentro del ascensor social. A la casa de ABC todos los invitados llegan impecables. Pero, pasados unos minutos, la naturaleza da su golpe de Estado para dejar claro quiénes son sus elegidos y quiénes solo impostores. Y les advierto que no se puede elegir bando: la elegancia -como el amor, como el talento- no depende de la voluntad. Es algo que se tiene o no se tiene, como los ojos verdes o una piedra en la vesícula. Hay algunos a los que no se le movería el fajín ni aunque se pusieran a bailar un aurresku y otros que, aún inmóviles como un maniquí por estatuarios, ven cómo se les desdibujan las ojeras y las simetrías a medida que la noche avanza, cruel como una abogada matrimonialista.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 13 de julio de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).