Los últimos 90 fueron duros, nos pilló el grunge, el metal, el apogeo del hard rock, del brit-pop e incluso el de una electrónica bastante interesante como la de Moby, al que tuve la suerte de ver en Warfield de San Francisco, en una noche legendaria. Nos pilló la universidad en un ciclo de crecimiento económico y de optimismo tan ingenuo como real. Y, por si fuera poco, nos pilló el amor. Como para no ser felices, como para no atrapar cada instante en la retina, como para no conocer todos los bares entre ‘El Viajero’, de La Latina y ‘El Chozu’, de Comillas. El mundo era por entonces un lugar fantástico donde cada encuentro era un milagro imprevisto. Los amigos y los amores eran constructos de nuestro imaginario y resquicios de recuerdos, porque las personas, por entonces, no estaban disponibles veinticuatro horas al día para ti al otro lado de una conexión de datos.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 17 de agosto de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).