
Escuchaba el otro día a Adolfo Suárez: «Me siento comprometido con los principios que queremos defender en el interior y en el exterior de España. Me siento comprometido con la igualdad. Porque todos decimos que al nacer somos iguales. Y jurídicamente es verdad. Pero no es verdad. No es lo mismo nacer en Cebreros, donde he nacido yo y donde el máximo impacto cultural que recibíamos los niños era un pasodoble tocado por la banda municipal, que nacer en una ciudad universitaria, donde el impacto cultural que se recibe es mucho más grande. Y creo que el estado debe prestar ayuda a todo español por el mero hecho de serlo en educación, cultura, vivienda y trabajo. Y que, a partir de ahí, sea el esfuerzo, la tenacidad y el sacrificio de cada uno lo que le permita, en una sociedad muy permeable, subir desde los puestos más bajos a los puestos más altos. Pero también caer desde los más altos a los más bajos si deja de esforzarse y de sacrificarse. Y creo en el concepto de libertad. Pero libertad no es solo que podamos decir o votar lo que queramos. La libertad implica un concepto profundo de liberación de todos aquellos obstáculos de carácter cultural, social o económico que impidan a los españoles ejercer esa libertad». Bien, esto era hace no mucho el discurso de un líder de la derecha en España.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 19 de septiembre de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).