La cosa más sensata que puede hacer un genio es sentarse y ver la vida pasar. Y ellos fueron los primeros de su especie, autores sin obra, como suelen ser los autores de obra inabarcable. Su vida fue su única obra porque sabían que los mejores versos son los que nacen en el momento adecuado, los que no llegan a ser escritos y se consumen mientras se producen. Así, lograban evaporarlos para no convertirlos en versos del montón, versos líquidos, de esos que mueren en el olvido, que es otra obra del recuerdo. Estaban tan sobrados de talento que no tenían miedo a que se les agotara porque sabían que, en cuanto quisieran, podrían crear algo mejor de lo que acababan de quemar. Sobre todo, si lo que quemaban tampoco respondía a un objetivo concreto. El arte es más puro cuanto más inútil. Y la vida, también.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 8 de noviembre de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).