
A pesar de lo que algunos quieren hacernos creer, conviene recordar que el Estado del bienestar no surge de la socialdemocracia sino de la democracia cristiana –tanto Adenauer como De Gasperi o Schumann lo eran– y, como tal, es un invento de la derecha para acabar con la idea de revolución. Aunque es cierto que la socialdemocracia también aportó su granito de arena, la realidad es que, salvo el partido socialdemócrata inglés y el sueco, al resto del socialismo le costó tiempo y esfuerzo aceptar la democracia siquiera como posibilidad. Y, por lo tanto, fue para ellos complicado renunciar a la violencia como medio para alcanzar sus fines. Incluido el PSOE, que fue de los últimos partidos socialistas europeos en abandonar la legitimación de la violencia que llevan implícita la lucha de clases y la dictadura del proletariado a la que aspiraban. Dicho de otro modo: el Estado del bienestar es una victoria total de la derecha sobre la izquierda. Porque cabe aclarar que la izquierda, en su origen, no es esta cosa tontorrona que se nos ha quedado, obsesionada con la transexualidad líquida, las semillas de quinoa y la lucha contra la gordofobia, sino una posición fundamentalmente económica que pretende acabar con el concepto de propiedad por las buenas o por las malas. Y la historia nos ha enseñado que la única manera de arrebatar a un campesino su tierra es aniquilarlo. Gracias a Dios, con la llegada del estado del bienestar, la izquierda real asumió su derrota definitiva. Y el mundo respiró aliviado.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 14 de noviembre de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).