Hubo un momento -eran las 10:08 en todos los relojes- en el que parecimos un país normal y no, como diría Gil de Biedma, un viejo país ineficiente entre dos guerras civiles. Preguntaba Nacho Martín, que no es el de ‘Médico de familia’ sino un diputado popular. Lo hizo con un tono correcto, unas formas respetuosas y un estilo sofisticado que creíamos enterrados en la leyenda de la etiqueta parlamentaria. Pero es que el que respondía era Luis Planas, el ‘crooner’ del Turia, con su traje a medida, su corbata de topitos, una mano acariciando a la otra como Pavarotti sosteniendo aquel pañuelo blanco y un aspecto constante de acabar de llegar del festival de San Remo y no de una cuadra infectada de peste porcina. Y, sin ser Castelar, desentona claramente del hampa en el que se ha convertido su bancada. Si el hemiciclo tuviera ventanas, se habrían abierto en ese momento y el petricor habría renovado toneladas de aire ya respirado, repleto de invocaciones de ouija y de Rufián exigiendo intervenir el mercado agroalimentario, supongo que partidario de un nuevo Holodomor. Pero esas ventanas no existen, así que mi mirada se centró en los tiros de Tejero, por si acaso entraba por ahí algún rayo de luz, como en el Panteón de Agripa, pero por partes.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 10 de diciembre de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).