Parece que el PP va despertando de su letargo para asumir que Vox no es ese socio incómodo que, llegado el momento, ayudará a crear una alternativa, sino lo contrario, es decir, el gran aliado de Sánchez, la quinta columna del sanchismo y lo único que en este momento puede imposibilitar un cambio que sociológicamente parece inevitable. Si alguna vez hubo alguna duda, se ha disipado: Vox es el gran problema de la derecha constitucional. Su fin fundacional es acabar con el PP, sustituirlo y, ya sin obstáculos, avanzar hacia una situación de caos que presente el cambio de régimen como inevitable y que concluya con la derogación de la Constitución del 78 y con la reconciliación entre españoles. Esto implica, como estamos viendo, traicionar al Rey, que es traicionar a la Constitución y, como consecuencia, a España. Eso es lo que hicieron al ausentarse de la tribuna de autoridades en el desfile del 12-O, de los actos conmemorativos del cincuenta aniversario de la Corona y del izado de la bandera en el Congreso. Están en su derecho. Y el resto en el nuestro de criticarlo y de alertar de que este es el plan y que nunca ha habido otro, aunque los maestros de la ingenuidad y el cortoplacismo prefieran seguir viendo en Vox a unos chavalillos díscolos. Al contrario, PP y Vox representan tradiciones políticas diferentes, opuestas e incompatibles. Y todo análisis que no parta de esa base estará condenado a la frustración y a la melancolía.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 8 de diciembre de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).