Dice Kafka que la desgracia de Don Quijote no es su imaginación, sino Sancho Panza. La idea es prodigiosa porque invierte la lectura tradicional del Quijote y ya no sería el delirio, sino el anclaje a la realidad, lo que condena al hidalgo. Visto así, Sancho ya no es contrapunto sino, esencialmente, lastre y argolla. Quizá Don Quijote podría haber cabalgado por su mundo superior si no hubiera tenido al lado a alguien que le recordara, una y otra vez, que solo existe lo obvio, lo evidente, la dictadura de la mediocridad reclamando su cetro. Kafka, así, ve en Sancho algo más que sentido común: ve la encarnación de lo vulgar como fuerza represora. Es Sancho el que traduce a necio, el que ata la grandeza con cuerdas y el garrote que condena al soñador a bajar la cabeza y mirar para siempre el suelo sucio. Así entendido, Don Quijote ya no sería un loco libre sino un visionario castigado a vagar por los caminos junto a su propio censor.

(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 27 de diciembre de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).