El aborto no es un derecho, afortunadamente. Es un supuesto que, en determinados casos, está despenalizado, también afortunadamente. Porque nadie quiere meter en la cárcel a una niña ucraniana de 14 años que interrumpe su embarazo a las dos semanas de gestación tras haber sido violada por un batallón de rusos drogados. Por eso, si con independencia de que haya o no vida, todos estamos de acuerdo en que en algunos supuestos de hecho no debe haber consecuencia jurídica, el resto del debate es accesorio. Porque no es un derecho, pero da igual. Tampoco existe el derecho a mentir y un acusado puede hacerlo. Así que nos encontramos con un debate que solo sirve para que la izquierda Correcaminos juegue a su antojo con la derecha Coyote.

Esa derecha Coyote es la que cae en las trampas que le tienden y falla sistemáticamente con su ideología ACME, supongo que por su complejo de inferioridad y por su pulsión a reaccionar a lo que la izquierda plantea en vez de liderar el debate y la sociedad, como le es natural. Feijóo no es así, parece más listo, lo suficiente como para no caer en las trampas. Y claro, gana elecciones por mayoría absoluta, qué cosas. Sin ir más lejos, hemos visto cómo el PP ha pasado de recurrir en el Tribunal Constitucional la ley de matrimonio homosexual a escribir tweets a favor del orgullo gay. Nunca es tarde para rectificar y elegir la opción buena, que es la de la libertad y la de la Constitución que, en su artículo 14, dice que «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». La sociedad ha avanzado. Y la derecha con ella.

Pero además es que la defensa de la libertad del individuo es necesariamente un concepto de derechas. Y la derecha ha de defenderlo. Pero no solo de los ataques de la izquierda, sino también de los de la derecha ACME, que no es más que el mismo esquema intelectual de la izquierda, pero con termitas.

La mayor victoria de la izquierda ha sido hacer creer a la derecha que el progreso es suyo. Y así llegamos al absurdo de los que, para oponerse a la izquierda, se oponen al progreso, que es como oponerse al oxígeno, a las mareas o a la ley de la gravedad. El progreso es inevitable y si te opones a lo inevitable, pierdes. La derecha no puede oponerse al progreso, debe liderarlo. Y eso se hace explicando que hay un progreso basado en la libertad, el humanismo, la tolerancia, la prudencia, la moderación, la razón y el capitalismo. Pero para llegar a ese progreso que la derecha anhela no solo ha de olvidarse de las trampas de la izquierda sino también del lastre que supone la ideología ACME, esa que propone herramientas y debates que siempre se vuelven en su contra. Al fin y a cabo, el Coyote no era más que un perdedor seguro de sí mismo. El Correcaminos era el libre, el líder y el ganador. Es decir, la verdadera derecha. Pues eso. Ya saben. Beep-beep.

(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 4 de julio de 2022. Disponible haciendo clic aquí).

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