
En Castilla y León hay cien mil parados, pero no se encuentra personal para casi treinta perfiles profesionales diferentes. Las ofertas que no se logran cubrir ascienden a 12.750. Y no, lo que faltan no son ingenieros aeronáuticos o teóricos en mecánica cuántica. Los puestos para los que no se encuentra personal son carretilleros, mozos de almacén, reponedores, dependientes, transportistas, personal de limpieza, cocineros, teleoperadores o administrativos. Entiendo que son puestos de trabajo con un salario bajo, quizá, en algunos casos, el salario mínimo, que en España son 1.260 euros en doce pagas. Porque no hay nadie en España que trabaje ocho horas y que cobre menos de eso, 210.000 pesetas de las de antes. Y hay gente en el paro que no se mueve por ese dinero. Entiendo que son trabajos duros, pero eso da igual, la vida es dura y no sé muy bien qué se pensarán que hacemos los demás. En todo caso tampoco hablamos de trabajos duros de los de verdad, como minero, militar, marino mercante o portavoz del gobierno.
Yo puedo comprender que les parezca poco. Al fin y al cabo, todos queremos más y no seré yo quien ponga en duda la libertad de una persona para aceptar o no un trabajo. No somos comunistas. Pero sí que pongo en duda que los demás debamos seguir pagando el desempleo a quienes, pudiendo trabajar en un puesto que se adecua a su perfil, decidan no hacerlo. Porque el espíritu de la prestación por desempleo no es ese. Se trata de que los empresarios y los trabajadores pongamos parte de lo que ganamos mensualmente en un fondo para que las personas que pierdan su trabajo puedan mantener unas condiciones de vidas dignas mientras encuentran otro trabajo, que debería ser su prioridad absoluta. Y a mí eso me parece muy bien, la cotización a la seguridad social es el precio de la civilización y mañana me puede pasar a mí. Pero la clave es esa parte de la frase: «mientras encuentra otro trabajo». Si hay un trabajo para ti y no lo quieres, esa prestación es inmoral. Estás obligando al resto a darte parte del fruto de su esfuerzo –las cotizaciones que se pagan son una locura– solo porque no quieres trabajar en algo que sabes hacer y que puedes hacer. Y eso es lo mismo que aceptar que quieres convertirnos a los demás en tus esclavos. Y por ahí no paso.
Si quieres trabajar y puedes trabajar, trabaja. Si no quieres trabajar, perfecto, pero debes asumir que no va a haber prestación para ti, esto ya no da más de sí. Y, además, creo que deberías estar fuera de las cifras oficiales de paro porque, en realidad, no eres un demandante de empleo. Entiendo que el acceso a la vivienda es caro, que la inflación está desbocada y que 1260€ no dan para todo lo que nos gustaría. Pero quizá deberíamos revisar un poco nuestros ‘mínimos’. En España, hasta hace nada, se iba de vacaciones el que podía. El resto, al pueblo. Y no éramos pobres. Los privilegiados que podían irse a un hotel a la playa o a visitar Europa lo hacían durante unos pocos días. Y una familia no pisaba un restaurante mas que en ocasiones especiales. Irse dos o tres semanas de vacaciones en verano, a la nieve en Carnaval, a San Sebastián en Semana Santa y a conocer Praga el puente de mayo, es un lujo, no es lo normal, es algo de gente con dinero y tiempo, algo aspiracional a lo que se puede optar después de mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha suerte. Y es un lujo Netflix, y tener dos coches, y que cada miembro de la familia tenga un móvil de mil pavos, y la comida a domicilio, y la ropa de marca nueva cada temporada e ir a restaurantes una vez por semana y todas esas chorradas que Instagram vende a la gente como si fuera lo estándar para que se hundan cada noche en su frustación.
Pues mira, aunque nos quieran hacer creer que quien no pueda hacer todo eso es pobre, es falso. Pobre es otra cosa y si quieres vamos a dar una vuelta por Valladolid y te lo enseño. Creo que estamos perdiendo la cabeza y alguien tiene que poner un poco de cordura porque la aritmética es tozuda y, si seguimos así, vamos a una quiebra que pondrá en riesgo el sistema. Y, para más narices, algunos siguen sin entender que en esta tierra necesitamos inmigración. Es una pena aceptar que este país es un chollo para los populismos. El día que despertemos, si es que eso llega a ocurrir, va a ser un día terrible.
(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 2 de marzo de 2023. Disponible haciendo clic aquí).