
Ni ‘Vatio’ era un libro sobre Antonio Vega ni ‘El puente de los suicidas’ es una recopilación de inmolaciones. En ambas obras A. J. Ussía habla fundamentalmente de sí mismo, como todos los grandes. Aunque, en esta ocasión, quizá no sea tan evidente. El resto —eliminar al sujeto de algo tan subjetivo como un recuerdo— es, digan lo que digan, solo otra estafa. Y Ussía lo evita buscando su propio indulto a través del noble arte de reescribir, que no es lo mismo que escribir dos veces sino, más bien, recuperar la memoria y llevarle a los pies nuevos adjetivos, como un sacrificio de sangre literaria que salve la propia vida. Quizá, así, vivir al primer toque no sea algo tan crudo. Ni tan definitivo. Siempre podremos pedir perdón levantando estatuas a los olvidados. Jugar el partido de vuelta.
Aunque, en verdad, de lo que Ussía habla siempre es de Madrid, que es el eje central de su obra y lo que la vertebra como un escenario teatral fijo en una realidad sin tramoyistas. Las once historias que integran el libro están bien, muy bien, algunas de ellas son incluso sobresalientes por estilo, ritmo y forma de construcción.
Una por una, podrían dar lugar a once novelas de todo tipo: negra, romántica, social o costumbrista. Y estarían todos: la jet, los bajos fondos, los niños y los mendigos. Las putas, los curas, los policías y los camareros. Y todos agolpados detrás de la reja de un ‘Bar Esperanza’ —manda narices—en el que, una vez entras, puede que no salgas vivo.
Ese es uno de los grandes hallazgos de la obra, la rapidez con la que ha de ser leída, como quien ve un cuadro realista o escucha una marcha fúnebre. Porque la muerte no es agradable y, una vez se abren las puertas del bar y del capítulo, sabes que alguien no va a salir de allí vivo. Y, por eso, necesitas terminarlo como un ‘sprint’, no para condenar a uno de los protagonistas al inevitable salto al vacío, sino para poner paracaídas al resto.
De Madrid al suelo, de Bailén a Segovia, de la ceguera a Las Vistillas. En definitiva, del miedo al silencio o de la vida con malas cartas al sonido sordo de un peso muerto en un Madrid finisecular lleno de perdedores. Y en esta novela coral, no es que el resto sean ganadores sino solo los secundarios de historias que se pararon de repente sin que a nadie pareciera importarle demasiado y que hoy Ussía les da el papel de protagonistas. Otro lo habría resuelto con un ensayo moralista sobre la enfermedad de nuestros días, haciendo énfasis en las estadísticas aterradoras de los que cada día mueren por decisión propia. Pero para limitarse a narrar como quien canta un blues del Delta, hace falta saber de qué se habla. Y, sobre todo, de qué no.
(Esta columna se publicó en ABC Cultural el sábado 22 de abril de 2023. Disponible haciendo clic aquí).