Aún recuerdo la cara de Alberto García Reyes cuando, en mitad de mi ruta supremacista por esta Tierra Santa, se encontró con una iglesia a la venta en pleno centro de la ciudad. No podía dar crédito. «Esto en Sevilla sería impensable», me decía. Y la verdad es que aquí tampoco es muy habitual, para qué vamos a engañarnos. Por mucho que seamos un poco despegados, la cosa no llega al punto de vender iglesias como si fueran plazas de garaje ni un retablo barroco como un Golf GTI. Pero no deja de resultar curioso que se venda un templo de ese calibre, en pleno centro histórico, al lado de un palacio fantástico –el del Licenciado Butrón, actual sede del Archivo General de Castilla y León– y, para más narices, en la parte de atrás del Palacio Real, uno de los lugares más denostados e infravalorados de nuestra ciudad. Por cierto, en este sentido tuve la inmensa suerte de que María Cabezudo me enseñara hace meses dicho Palacio Real y no aun no salgo de mi asombro. Tengo la sensación de que Valladolid ha vivido de espaldas a su palacio y no somos conscientes de lo que hay ahí dentro. 

(Este es el primer párrafo de un texto que se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 10 de mayo de 2024. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).