
El ambiente era ceniciento, grisáceo, diríamos que plomizo. No era para menos puesto que allí se hablaba del rearme -de plomo-, del apagón -de los plomos- y de Sánchez -un plomazo-. En definitiva, una mañana plúmbea en la que el presidente dedicó hora y media a dormir al respetable en una intervención con aires castristas en la que echamos de menos que, al menos, saliera vestido de militar. O en chándal. O, mejor aún, que no saliera y así no perdemos el tiempo. Porque Sánchez comparecía para dar explicaciones por el apagón y para explicar de dónde va a sacar el dinero para el rearme. Y noventa minutos después no había explicado ni una cosa ni la otra. De hecho, ni siquiera llegó a pronunciar las palabras ‘apagón’ o ‘rearme’ y el discurso parecía uno de esos juegos en los que no te dejan utilizar algunas palabras prohibidas. Así que, en su lugar, una hora para ideologizar la energía, para atacar a la nuclear, para culpar a las eléctricas, para deslizar que la oposición está comprada por ‘lobbies’, para acusar a Feijóo de representar los intereses del sector y de sus «presidentes ultrarricos» y para dar a entender que no saben lo que pasó, pero que, en cualquier caso, no son culpables. Y, de paso, para enfrentar a las compañías energéticas -por extensión al PP- con las clases trabajadoras, en un ejercicio de demagogia inimaginable en cualquier democracia convencional.
(Este párrafo forma parte de un texto que se publicó originalmente en ABC el 8 de mayo de 2025. Al ser contenido premium, solo puede ser leído íntegramente aquí. Si no se han suscrito, les animo a que lo hagan. La suscripción es muy barata a cambio de muchísimo y necesitamos más que nunca prensa libre).