Están por todas partes. Y se tienen que mostrar como tal en cada situación que lo requiera, que no son pocas. Cada vez que una persona no se rinde, se esta reivindicando como héroe. Cada vez que una persona lucha por huir de la vulgaridad adolescente, de la mediocridad establecida, del status quo, de la dictadura de lo políticamente correcto, está dejando que salga el héroe que tiene dentro.
El ser humano o es heroico o no es. No sé si podría vivir sin la libertad mental de trascender, de crear una vida propia, la que yo quiero, sin más límite que el que la dignidad. Y la dignidad, que viene cada vez que ERES y se va cada vez que asesinas tu esencia, que apagas el sonido propio para agradar a los oídos de quienes han de aplaudir sin haber entendido prácticamente nada. No vivas buscando el aplauso del antihéroe, eso es revolcarse en un lodazal fangoso en el que siempre gana el cerdo, que es el dueño del hábitat.
Recorrer media España para buscar a quien más quieres o quedarte noches sin dormir para aprender aquello que te hace falta y recuperar el tiempo perdido, aunque sea difícil. Claro que es difícil. Claro que es complicado. Claro que se está mejor durmiendo, pero piensa… ¿A dónde nos lleva el fatalismo y la derrota como base vital? ¿A dónde nos lleva la indignidad de vivir bajo las circunstancias? Creo que no hace falta mucho para ser un héroe, es lo que se espera de ti y para lo que estas programado. Para lo que realmente se necesita valor es para aceptar que tu vida es gris e indigna, que nunca llegaras a SER tu mismo, que dependes de otro. Aceptar eso es un ejercicio antinatural de dolor y de fortaleza mental para el que no me siento capacitado.
¿A quién quieres impresionar? No lo se, pero hazte mejor otra pregunta: ¿Quién te impresiona? ¿Quien te inspira en cada oportunidad? ¿Quien es tu héroe? Un héroe debe molestar, debe tener el carácter para resultar desagradable. ¿Cómo tienes previsto llevar un bisonte a la cueva quedando bien con el bisonte? Si no molestas al bisonte, defraudarás a los que esperan en la cueva. Pero siempre fallas a alguien, hay que asumir eso como normal. Es inevitable como lo son las mareas, los ciclos lunares o las crisis cíclicas en la cabeza de Morante de la Puebla.
Morante es el ejemplo. Morante torea para si mismo. Morante no está ahí para que pases un buen rato, lo último que quiere dar es espectáculo. Morante no iría a nada que se llame fiesta nacional. Porque esto no es una fiesta, es una lucha entre tú y tu obstáculo. Entre tu superego, y tu ideal del yo y su miniego y ausencia de ideal. Sin público, es absurdo buscar el aplauso. Hay que torear la vida buscando el indulto. La vuelta al ruedo es de mediocres. Solo hay dos puertas en la vida: o la puerta grande o la de la enfermería. Por mas que lo intentes no vas a salir a pie de esta plaza.
– «Maestro, se torea como se es?»
– Se torea como se quiere llegar a ser.
Y así, de fracaso en fracaso, Morante llena cada plaza de penitentes que comulgamos con su ideal del yo. No con su yo. La expectativa es tan grande que nunca toreará solo. Porque no es un torero, no es una persona. Es un conjunto de valores intangibles y eternos. Es una oda al héroe. Y eso es demasiado potente como para que se acabe. Morante es la patria del hombre libre.
Y tu y yo podemos serlo si SOMOS con todas las consecuencias. Los que hoy te pitan lo hacen porque tienen su corazón cosido a tu capote. Y cuando eso pasa, cada pito es un aplauso, cada burla es un homenaje que la mediocridad hace a tu talento.