Te lo cuento despacio, querido perroflauta. La crisis terminó en 2010. A estos tiempos que vivimos, y que se alargarán indefinidamente, los podemos llamar «realidad», «depresión» o «resacón-de-pelotas», para que me entiendas José María, pero no los llamemos crisis puesto que no se dan las condiciones. Llamar a esto crisis implica, así es el lenguaje, que lo normal en la curva es otra cosa y esto es un momento de acusado descenso. No lo es. Estamos en la normalidad de las cifras, lo extraño era lo otro. Y no hay un acusado descenso, todas las magnitudes están estabilizadas en la realidad.
En perroflauta paladín, para que me entiendas, José María, es como considerar el fin de semana como lo estándar y el lunes como la crisis. No amigo, la semana es la realidad y el fin de la misma lo anecdótico. Aunque se hayan juntado tres puentes y el fin de semana se haya alargado diez días, lo normal es el lunes y te vas a chupar un lunes eterno tras una nochevieja histórica. No se me ocurre una tortura más cruel sin el recurso de incluir a Isabel Gemio en esta historia, pero la próxima vez vas a agua, que tenías hasta la corbata en la frente y decías que era una trompa. Trompa la que llevabas José María, que yo te he visto.
Yo no tengo ni idea de cómo se sale de esta resaca de modo global, tampoco me interesa averigüarlo. Pero -socialdemocracia y demás ramas de la literatura fantástica aparte- sólo se me ocurre sufrir con cojones. La deuda pública es un problema, pero tiene solución, ergo no hay problema. El drama es la deuda privada, el endeudamiento de empresas y de familias para los próximos 20 años. Eso es el drama, pero la tragedia es que esa deuda no se va a pagar por la sencilla razón de que es imposible pagarla. No entraremos en fórmulas matemáticas complejas como la suma, pero la deuda privada excede el dinero disponible en toda la tierra media para pagarla. Repitan conmigo: NO SE VA A PAGAR.
Pero hay que pagar. El banco tiene que devolver la pasta a quien se la dejó (bancos alemanes), y por lo tanto tú tienes que pagarle a él (Caja de Ahorros de Santa Rita). Aunque no se pueda (???), he ahí lo paradójico. Cosas veredes y, no tardando, veredes a estos genios renegociando la deuda y haciendo quitas a la griega con tu hipoteca, José María. Y no me llores que me acuerdo de la corbata y del baile ese que hacías con los brazos como si fueras un pollito. Jose María, tronco. Es que te estoy viendo.
Estamos hablando de décadas de evolución. Estamos escribiendo la historia y algún día alguien se dará cuenta que si es verdad que si cae España caemos todos, el poder le tiene España y el mango de la sartén canta tonadillas y no arias de Wagner. Ya veremos por donde sales (porque este que escribe no tiene hipoteca y está pagando a la Caja de Ahorros de Santa Rita la pasta que tú no le has podido pagar, vía impuestos). Se llama rescate y es la intervención socialista más brutal que se recuerda. Pero los polluelos perroflautas lo ven como capitalismo. A ver, chavalín, no me jodas. Si caen los bancos y millones de personas pierden todo, clamarías al cielo por un rescate, por una ayuda del estado. Pero tu demagogia de rasta y hummus te hace oponerte a todo, a rescatar y a lo contrario. Todo te parece mal. Bien mirado eres un nihilista… A ver si voy a ser yo el equivocado y eres un pensador…. Lo daré una vuelta.
– Mira camarada, yo te quiero, pero el capitalismo se basa en el ahorro, no en el gasto. Ese ahorro sirve para invertir y crear empresas, digo bares, y esa inversión es la que crea empleo, digo camareros.
– Ya, pero sin pasta en el bolsillo nadie entraría a tomar cañas al bar que me ha contratado.
– Sin inversión, camarada, no habría ni si quiera bar. No me seas paleto, keynesiano, mas que keynesiano.
– Keynes…qué? Yo paso de futbol.
– No, esto en el Marca no viene, camarada. Lee un poco.
– No tengo dinero para ello.
– Vete a una biblioteca.
– No tengo tiempo, tengo que hacer una revolución.
– Vete a la mierda, Jose María. Otra de bravas.
Los empresarios crean puestos de trabajo, sólo ellos lo hacen. Y lo hacen para producir más, mejor, más barato, más rápido o cualquier ventaja competitiva que quieras poner a continuación. En base al talento necesario para producir con esa ventaja competitiva, ingresan dinero, pagan a sus proveedores (entre ellos y por delante de todos ellos a sus empleados) y se quedan con el resto. Que se llama beneficio. José María, no te duermas que te recuerdo lo del baile del pollito… Decía que sin ese beneficio esperado, no habría empresas, digo bares. Por lo tanto la única reforma posible es la fiscal para que ganen mucha pasta y no se lo quitemos todo en impuestos. Los bárbaros hacen revoluciones. Los civilizados hacen reformas fiscales.
– Ya, pero si no tenemos ni para pipas, como encima bajemos los impuestos, ya me dirás.
– Entonces, Chema, estarás de acuerdo conmigo en que tus postulados no llevan a ninguna parte. O quieres curro o quieres estado del bienestar. Tienes que elegir. El estado del bienestar se basa en los impuestos elevados. Y los impuestos elevados destruyen empleo.
– Y sin impuestos, quitamos las bibliotecas y que solo puedan leer los ricos, eso es lo que me quieres decir?
– Darling, me cansas.
Esta crisis es el resultado de la expansión crediticia, que es el verdadero opio del pueblo, como decía el profesor Huerta de Soto. La intervención y reducción artificial de los tipos de interés por parte del BCE te ha hecho creer que podías acceder al dinero y el tiempo ha demostrado que no podías pagarlo. Por lo tanto los tipos deberían haber sido más altos para que no quiebre el invento. A mayor riesgo, mayor beneficio esperado. Es precisamente el socialismo lo que ha destruido todo, ¿y lo queremos arreglar con más socialismo? Deja al mercado actuar libre y veás como no llegamos a esto. A costa de no tener hipoteca, claro. Y de vivir de alquiler, claro. Y de gastar en función de lo que ingresas.
En definitiva de abandonar los cuentos de hadas, y repetir este mantra: Somos pobres. De solemnidad. Hay que ganar dinero para alcanzar un bienestar que no viene dado ni nunca puede verse como base. La felicidad es estación de destino, no de partida. Y por experiencia te digo que tampoco es un estado permanente, pero vale, digamos que es una estación de destino que se aleja en función de lo que avanzamos. Ergo buscar la felicidad sirve para avanzar. Esto es duro, hay que trabajar para tener ingresos. Ahorrar parte de los mismos. Invertir los ahorros para que el dinero trabaje también para ti. No endeudarte, olvidate de tener una hipoteca. Gastar menos. Y si no eres feliz, te jodes Jose María. O adaptas tus expectativas a tu realidad o cambia la realidad para hacer frente a tus expectativas.
NOTA: el brand ibsebiano, hijo de Kierkegaard. Está loco el que está solo, y una locura deja de serlo en cuanto se hace colectiva