No creo en la austeridad, ni en los empates a uno, ni en los cortos de cerveza. Hay que tirar el dinero, hay que darse entero, hay que amar con cojones, hay incluso que llorar muchísimo más. Es necesario vivir entre lujo, entre amigos derrochadores, entre mujeres que no hagan cuentas mentales de lo que va a costar la cena y lo que podría comprarse con ese dinero. Entre arte. Y no me vengan con lamentos. Hay que ganar más pasta, tengo mucho mundo que conocer y no me llega. No culpo al gobierno, ni a la iglesia ni a nadie. Si no gano más es porque no lo merezco. Estoy en ello.

No creo en el ahorro indefinido. Ahorrar sin motivo es despreciar el dinero y la vida. Se ahorra para algo, juntar para el mañana es una paletada. Mañana nos ocuparemos del mañana y yo solo ahorro para el futuro de mi hija. No para el master, no para la universidad, no para que consiga un mejor trabajo sino para que pueda fracasar tranquila. Para que pueda escribir, cantar, componer, pintar o hacer lo que ella quiera sin que el trabajo sea la coartada para no hacerlo. Si luego no vale, a currar como los demás, pero al menos lo habrá intentado. Sólo curramos los que lo necesitamos. Los elegidos viven de crear. La nómina es sólo el plan b.

No creo en los miércoles por la tarde ni tampoco creo en los centros cívicos. Creo en el fracaso, creo en el éxito, creo en los divorcios contenciosos, creo en la paz, en el amor y en el conflicto. Si crees que rehuyes del conflicto, te equivocas. Sólo lo postpones. Hay que  ganarse el derecho a vivir, hay que celebrar, hay que tener resaca, besar la flor, temblar ante la espina. Hay que mirar al cielo, oler esta primavera, darse abrazos y fundirse toda la pasta. Hay que dar gracias a Dios cada minuto. Hay que dar al mundo la mitad de lo que el mundo nos da. Hay que aprovechar más, nos vamos a morir y no conozco Buenos Aires. Se me acelera el corazón solo de pensar lo que nos queda por delante. No me va a dar tiempo a hacerlo todo. Pero sé que vamos a ganar. Agárrate fuerte.

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