Es una vergüenza discriminar a alguien en función de su inclinación sexual. Lo que una persona haga en su cama -que es su patria- no puede convertirse en arma y mucho menos dependiendo del sexo de la persona con quién lo haga. El objeto del deseo sexual no puede servir para catalogar una persona, a no ser que seas un obseso o un subnormal. De hecho, personalmente me importa un huevo, el tema me parece bastante aburrido y si de algo estoy seguro es que en las homosexuales camas ajenas no se libran actos pasionales idílicos, musculosos decamerones, kamasutras límbicos ni nada muy diferente a los librados en la muy heterosexual cama propia. Prefiero no imaginármelo porque la imaginación no me lleva a imágenes de bellos efebos griegos sino mas bien a pelos, a lorzas, a bostezos, a dolores de cabeza y a látex.
Por ello no entiendo a quienes atacan a los homosexuales, pero tampoco a quienes los defienden. Me parece una nimiedad, no debería importar a nadie. Defender a los homosexuales implica reconocer una diferencia y defenderla. Yo no creo que haya diferencia, creo que un homosexual y un heterosexual son exactamente iguales, y si no lo son nunca será por ese matiz, por lo que jamas se debe tratar a un gay como diferente. Sería limitarlo, ergo denigrarlo. Por cierto, ¿cómo se trata a un gay? Recordemos que ‘gay’ significa literalmente alegre. ¿Son todos los homosexuales gays? ¿Son todos los gays homosexuales? Es más, ¿son todos los homosexuales homosexuales o solo lo son a veces? ¿Se puede ‘estar’ homosexual o solo se puede ‘ser’? Me importa un huevo, repito.
No creo que la sexualidad pueda definir a alguien. No entiendo que alguien se pueda definir diciendo “Soy Brad y soy bisexual”, del mismo modo que no entiendo que nadie se defina diciendo “soy Felipe y soy Sagitario”, “soy Almudena, cero negativo”, “soy Iván, del Osasuna de Pamplona” o “soy Mariano, gallego y miope”. Son cosas accesorias, ser gay no es algo holístico, no lo impregna todo, no lo es todo, de hecho es muy poca cosa, por eso precisamente creo que lo que no puede servir para discriminar a una persona negativamente no puede servir para discriminar positivamente. No tiene sentido tomar la parte por el todo después de haberte desgañitado gritando que no había partes. Si se lucha para concienciar que somos iguales y se consigue tener a millones de personas detrás de la pancarta, no se puede después cambiar el lema y la bandera para hacer gala de las diferencias que antes negábamos, como si fuéramos vulgares podemitas pactando con la casta sociata tras haber engañado a unos cuantos a los que, por cierto, les veo felices de haber sido engañados. Son así y a nadie nos sorprende.
Tú no puedes definirte a ti mismo. Decir “yo sé quien soy” implica decir “yo sé quien puedo llegar a ser” y, por lo tanto presupone “sé que aun yo no soy yo”. En último término, “yo sé quien soy” es igual a “no sé quien soy. Sé quien he sido y sé quien quiero ser.” En fin, los límites de mi inteligencia son los límites del lenguaje, que decía no sé quien, creo que Wittgenstein. No se puede ser lo que no se conoce. No se puede ser uprighter, por ejemplo, que es una palabra que me he inventado para definir a los que dormimos en la lado derecho de la cama según miras desde arriba. Y vaya Vd. a saber, a lo mejor el tiempo lo define y concluye que fui el primer uprighter al ser el primero en haberlo nombrado.
Por eso mismo, los gays no sabían que eran gays hasta que alguien se lo dijo. Como en Macondo, “el mundo era tan nuevo que las cosas no tenían nombre y para nombrarlas había que señalas con el dedo”. Alguien dijo que una persona que siente deseo sexual hacia otra persona de su mismo sexo, se llama homosexual y se opone a heterosexual y dividió así el mundo en dos. Y los apuntó con el dedo. Lo que jamás entenderé es que nadie pueda sentirse cómodo en una de los dos partes en las que el lenguaje ha divido el mundo, porque es artificial. Y es horroroso ver como el dedo de las palabras te señala. No se trata de pensar que son iguales ni de defender sus derechos. Se trata de todo lo contrario; de no aceptar una diferencia arbitraria y, por lo tanto, negarse a defenderla y así, de paso, joderemos el negocio a unos cuantos idiotas. Los uprighters somos así.