Todo comenzó el verano pasado en Breda. Tras recorrer con mi hija los puntos principales de los Austria en Valladolid, hicimos lo propio en Madrid en un fin de semana inolvidable.  Siempre he pensado que la educación de un niño debe comenzar por explicarle sus raíces y mostrarle su entorno. Y como lo primero debe ser lo más cercano -Castilla-, nos tuvimos que ir a Flandes. Valladolid-Madrid-Bruselas-Brujas-Amberes-Gante-Breda… ¡Siete ciudades sin salir de Castilla, hija! En un arrebato de cordura, la niña me sugirió que la conexión Manila-Buenos Aires-San Francisco la dejáramos para más adelante. Aguafiestas.

Ya en Breda, me dijeron que llevaban sin ver a un español allí desde Isabel Clara Eugenia. Y ahí comenzó todo. Me di cuenta de que no nos interesa nuestra historia. Y, sobre todo, advertí que no había ni una sola señal que marcara el lugar en el que Nassau entregaba las llaves a Spínola en todo Breda. Mal está que no la pongan ellos, pero me parece insólito que no haya habido ni un solo gobernante español en cuatrocientos años que haya tenido la idea de promover un acto de hermanamiento, de rememoración entre pueblos hermanos, un acto que honre a todos los ejércitos involucrados y aprovechar para devolver las llaves en un acto simbólico. Y, ya de paso, poner una placa para que -en lo que nos cargamos España del todo- al menos nuestros hijos y nietos puedan recordar lo que una vez fuimos.

Comentaba esto al gran Rubén Raedo -nuestro virrey en Nueva Granada- y me decía que, si esto es así en Europa, lo de América ya es increíble. Apenas hay placas que pongan por escrito lo que España hizo. Uno se da una vuelta por Londres y no podrá evitar toparse con cientos de placas azules que marcan hasta la cosa más insignificante y yo me pregunto a qué tenemos que esperar para hacer algo similar. La ‘Marca España’, con Irene Lozano al frente, está a otras cosas – a escribir libelos para párvulos- así que tendremos que ser otros.

Empezando por Valladolid, no hemos sido capaces de poner una placa en la casa de Delibes en Dos de Mayo ni de señalizar el domicilio de Umbral. Tampoco nos ha parecido importante señalizar el lugar de la calle Librería donde se ponía a la venta por primera vez El Quijote ni el domicilio de Cervantes en el Paseo de Zorrilla. A ver, que no pido mucho y creo que cualquier candidato a la alcaldía estaría de acuerdo conmigo en que si queremos poner en valor nuestro patrimonio cultural deberíamos abrumar con placas que expliquen dónde estamos y por qué Valladolid es un lugar capital en la historia de la humanidad. Solo así lograremos que -no solo los que nos visitan, sino también los propios vecinos- seamos conscientes de la tierra que estamos pisando.

Aquí nace Enrique I, se casa la reina Berenguela, se corona Fernando III, se casa Alfonso X, aquí nace Sancho IV, aquí María de Molina presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes, se casa Pedro I, fija su sede Enrique II, muere Juan II, nace Enrique IV, se casan Isabel y Fernando, es proclamado rey Felipe el Hermoso, vive Carlos V, nace Felipe II, vive Felipe III, nace Felipe IV… Y paro que se me acaba el espacio. ¿Qué harían otras ciudades si tuvieran la mitad de esto? ¿Alguien sabe dónde vivió Quevedo o dónde estaba el Palacio de Rubens? Estamos a tiempo, candidatos. Unas placas. No pedimos si quiera dinero, solo señales. Y un poco de orgullo.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 26 de febrero de 2019).

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