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El PSOE no ha querido gobernar con Podemos, aunque a Pedro le habría encantado. Pese a lo que pueda parecer observando a su secretario general y el bochorno perpetuo en el que su delirio le ha instalado, el PSOE es un partido serio, un partido de gobierno, un partido que ha hecho mucho por España y al que España necesita fuerte, entre otras cosas para frenar a la izquierda. Porque pese a lo que pueda parecer, el PSOE no es un partido de izquierdas. El PSOE mantiene la retórica progre, los claveles, Víctor Manuel y los eventuales puños en alto de cuatro cantamañanas trasnochados, pero no es otra cosa que un partido del sistema, un partido de orden, defensor del capitalismo económico, defensor de nuestras alianzas en el marco de la OTAN (incluido Trump), defensor de Maastricht, de la Unión Europea, defensor de la monarquía parlamentaria como forma de estado y de los grandes consensos transnacionales (FMI, etc.). No debería extrañarnos que los grandes recortes a las pensiones y los cambios constitucionales tendentes a ilegalizar el endeudamiento excesivo -políticas llamadas de derecha, por no decir sensatas- hayan sido realizados por José Luis Rodríguez Zapatero. Hay medidas que solo puede tomar el PSOE. Si las hubiera tomado la derecha, aún estaríamos viendo las llamas en la calle. Para eso sirve el PSOE, entre otras cosas. Para hacer las políticas de derechas que a la derecha no se le permitirían nunca.

En un mundo en el que el socialismo ha fracasado definitivamente, y en el que la economía de mercado nos ha llevado a las mayores cotas de bienestar conocidas por la historia de la humanidad, la socialdemocracia abraza el capitalismo y el capitalismo la socialdemocracia. Ambas patas, juntas, funcionan. Eso es el PP y eso es también el PSOE. En el caso de los socialistas, actúan como cualquier partido europeo al que se les pudiera homologar; abrazan el orden y la ortodoxia, pero, para no vaciarse de contenido y no asimilarse del todo al centro derecha, optan por hacer suyos los discursos de minorías presuntamente agredidas para que las bases demagógicas y populistas del marxismo se puedan aplicar ahora lo cultural -perdida ya la batalla económica- y que así la actitud de rebeldía no se pierda del todo. Las batallas por las que un socialdemócrata luchaba en los 70, están todas ganadas, sin excepción, por lo que conservarlas debería ser su obsesión. Pero claro, por mucho que los progres de los 70 voten ahora al PP, las élites no pueden mantener esa misma actitud conservadora del status quo porque se les caería el chiringuito. En este sentido enarbolan las banderas del feminismo radical, animalismo, antitaurinismo, vegetarianismo, fábulas medioambientales, sectarismos LGTBI, asuntos de transexualidad, de inmigración, etc. Es su manera de ser progres sin ser de izquierdas. De ser ‘de los buenos’ sin ser ‘de los tontos’. Un mal menor cuyas consecuencias -en forma de pancartas y tertulianos- debemos soportar.

No hay ninguna posibilidad -y nunca la ha habido- de que el PSOE y Podemos gobiernen juntos. En primer lugar, porque nunca ha sucedido en Europa y en segundo lugar porque el enemigo del comunismo no es la derecha sino la socialdemocracia, a la que ha querido destruir desde el minuto cero. El PSOE es lo que hay entre Podemos y el poder. Es fácil entender que, si quiere poder, debe destruir al PSOE para ser la alternativa real a la derecha y, por lo tanto, no cooperar con ellos. No se puede pedir colaboración entre partidos que se odian y desprecian.

De cualquier modo, Podemos ha hecho bien en pedir y en exigir su cuota de poder y de dignidad. No había otra salida. Pedro es un candidato débil y sin opciones reales de ocupar La Moncloa, pero en su alucinación perpetua, cree que los demás le deben apoyar por el mero hecho de que él lo necesita. No. Podemos es su enemigo y jamás le apoyarán a cambio de nada. Si quieres gobernar, debes ceder algo a alguien. Como eso no va a pasar en esta fase, de cara al inevitable escenario de repetición de elecciones al que nos dirigimos solo hay dos opciones: un pacto con un Ciudadanos del que se espera un cambio de discurso y al que se le exige mayor talla intelectual y política y menos demostraciones de macarrismo poligonero o una eventual abstención del PP que permita un débil gobierno en minoría de Sánchez al que intentar derrocar cuando interese. Ambas opciones son relativamente buenas para España ya que arrinconan a la izquierda y al nacionalismo, pero no a cualquier precio.

Nunca debemos olvidar que NO es NO. Una cosa es el PSOE y otra Pedro Sánchez. El PSOE demostró responsabilidad en su momento facilitando la investidura de Rajoy y es el momento de devolverlo. Eso sí, de devolvérselo al PSOE, no a Sánchez, que devolvió su acta para evitar la generosidad que le pedía la historia, presa de su egocentrismo, narcisimo, maquiavelismo e irresponsabilidad. Y como NO es NO -‘me lo has enseñado tú’, que diría Malú- haría bien el PSOE en buscar un candidato digno para que el centro derecha haga su parte del papel en esta obra cuyo final está escrito. Propongo a Javier Fernández. En su investidura, Malú cantaría ‘Pedro Navaja, matón de esquina, el que a hierro mata, a hierro termina’. Sería una obra maestra de la justicia poética.

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