Uno comienza viendo en Lorenzo la cara de Delibes y termina imaginando la de Alfredo Landa en una película de los sesenta, con el pack íntegro de Torremolinos, el 600, las suecas y demás. Porque, bien pensado, Lorenzo es un hombre de su tiempo, un hombre vulgar, vago, bebedor, cazador, machista, envalentonado y bocazas. Si de algo no peca es precisamente de mujeriego, aunque el acoso que sufre por parte de su tía política aporta a este diario el aroma que le faltaba para ser una de esas películas con López Vázquez -un admirador, un siervo, un esclavo- quitándoselas de encima. No puedo evitar pensar en el éxito que habría tenido en su momento una serie televisiva con las andanzas de Lorenzo y de la Anita, arquetipos de aquellos españolitos rurales en pleno desarrollismo, en un país lleno de tipismos, de capacidad de asombro y de un cierto infantilismo alrededor de todo.

Delibes publica ‘Diario de un emigrante’ en 1958, el mismo año en el que es nombrado director de El Norte de Castilla. Lo escribe algún año antes, cuando es invitado a Santiago de Chile por parte de la Asociación de Periodistas. A ese respecto, el autor cuenta a César Alonso de los Ríos que, en el propio aeropuerto, recibe los primeros ejemplares de ‘Diario de un cazador’ y, tras su lectura no puede quitarse al protagonista de la cabeza, por lo que finalmente solo ve Chile a través de sus ojos. Y a fe que así es. Se percibe desde el primer momento que Lorenzo aún rebosa por cada poro de Delibes, que el autor ha construido un personaje vivo, memorable, completo, reconocible y muy humano al que aún le quedaban vida y andanzas. Delibes, así, mira Santiago de Chile con la inocencia de un bedel recién casado que sin haber salido de Valladolid se lanza a hacer las Américas. Y que por no tener no tiene ni apellido.

Este diario rebosa costumbrismo y tedio, que es precisamente lo que Delibes quiere mostrarnos: que no hay nada como la propia tierra y que uno no puede huir de sus raíces ni de su sangre; que uno puede salir de su casa pero que la casa nunca sale de uno y que la vida que uno imagina al otro lado del telón es tan real que termina pareciendo falsa. Esto es Delibes, marca de la casa. Sin embargo, en esta ocasión, nos muestra sus temas desde un prisma diferente. Lorenzo no parece un personaje de Delibes: rebosa alegría, humor, optimismo y muestra una escasísima reflexión, una nula búsqueda, ni una pizca de dolor. 

Es más que probable que este libro hoy no pudiera haber sido publicado tal y como Delibes lo escribió. Se habrían encendido los ánimos de feministas, animalistas, indigenistas, anticolonialistas, hinchas del Colo Colo, sindicato de limpiadores de zapatos, gremio de peluqueras de Santiago, asociación de marinos mercantes, de azafatas de vuelo, protectora de perdices y, en general, todo el nuevo puritanismo. Por suerte para nosotros, leen poco y no se van a enterar. Están demasiado ocupados en sus vigilias veganas. Si Lorenzo levantara la cabeza…

(Este texto es un comentario a ‘Diario de un emigrante’, de Miguel Delibes, y fue publicado en un especial de El Norte de Castilla sobre el escritor que vio la luz el 12 de diciembre de 2020. Disponible haciendo clic aquí).

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